Para elegir las Nuevas Maravillas del Mundo se efectuaron más de cien millones de votos sin restringir el origen de las votaciones ni el número de votos por persona, que provinieron del mundo entero.
Se trata de la primera mega votación por internet, teléfono y mensajes de texto en la historia, abierta a participantes de todo el mundo.
Una de cada cuatro personas del planeta (alrededor de 1.600 millones de seres humanos) vio en directo el 07/07/07 el anuncio de los resultados de la votación, transmitidos desde Lisboa.
La ceremonia de anuncio de las nuevas maravillas fue transmitida en directo por más de 160 canales de televisión a más de 170 países.
Sólo una de las nuevas siete maravillas del mundo pertenece a un país desarrollado.
Se trata de la primera mega votación por internet, teléfono y mensajes de texto en la historia, abierta a participantes de todo el mundo.
Una de cada cuatro personas del planeta (alrededor de 1.600 millones de seres humanos) vio en directo el 07/07/07 el anuncio de los resultados de la votación, transmitidos desde Lisboa.
La ceremonia de anuncio de las nuevas maravillas fue transmitida en directo por más de 160 canales de televisión a más de 170 países.
Sólo una de las nuevas siete maravillas del mundo pertenece a un país desarrollado.
Petra es un yacimiento arqueológico en Jordania. Son los restos de la capital del antiguo reino nabateo, fundada hacia el 300 antes de Cristo. Sus restos más famosos son los edificios labrados en la misma piedra de las paredes rocosas del angosto valle de la Aravá. El nombre significa piedra en griego, y es justamente porque la ciudad está enteramente construida en piedra rosada. Los edificios más célebres son el Templo de los leones alados y la Tesorería. Desde 1985 es reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Abandonada durante mucho tiempo, fue revelada al conocimiento mundial por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt en 1812. Petra permaneció igualmente inaccesible para casi todo el mundo hasta luego de la Primera Guerra Mundial.
Una autopista llega hasta Petra desde 2004. En Wiki Travel recomiendan que se contrate un beduino a la entrada del parque arqueológico, en el Centro de Visitantes, ya que uno puede así sacar ventaja de los conocimientos que tienen estos guias que a veces incluso han vivido toda su vida en Petra. Y por el alquiler de un burro o un camello, le contarán toda la historia del yacimiento.
La entrada a Petra es un largo y estrecho cañón llamado Siq. Apenas se sale del Siq, los visitantes pueden ver la grandeza del edificio conocido como Tesorería, sin duda el más impresionante de todos. Utilizada en la filmación de la película Indiana Jones y la última Cruzada. Enseguida comienza la calle de las Fachadas, un largo cañón a cuyos lados se alinean las fachadas de varias tumbas. Al final de la llamada calle, se puede ver un Teatro tallado en la roca, ampliado en la época de dominación romana, para siete mil espectadores. Todavía sigue utilizándose en algunas representaciones. Frente al teatro están las llamadas tumbas reales, que son más importantes y grandiosas que las de la Calle de las Fachadas. Y finalmente el Monasterio o Templo, el monumento más grande de Petra, que fue excavado en la piedra en el 100 antes de cristo. Tiene 800 escalones para subir a él, que pueden llegar a llevar una hora sortear. Algunos visitantes prefieren subir a lomos de un burro.
MURALLA CHINA
Sobre la Gran Muralla, todo es calma interior, todo es paz, mientras a tu alrededor gira un mundo acelerado, mientras a tu alrededor cientos de turistas peregrinan para admirar esta gran maravilla. Allí, sobre aquel lugar milenario; siglos de cultura; siglos de filosofía, de luchas, de creencia; el yin y el yang unidos en 7.300 kms. de piedras e historia china. Cuenta la Historia, que allá por el año 221 a.C., el primer emperador Quin Shihuang unió a los Reinos Combatientes en un solo imperio. Con el fin de defender a su recién creado imperio de los ataques exteriores, unió distintas porciones de la muralla, utilizando para ello mano de obra campesina, y gastando ingentes fortunas en su edificación, pero tras la caída de la Dinastía Qing, la Gran Muralla fue abandonada. Tuvo que ser la Dinastía Ming la que, entre los siglos XIV y XVII hiciera la última restauración de la Muralla, aun cuando al día de hoy sólo se conserva un 30% de ella.
Para llegar, desde Pekín, la zona más cercana es la de Badaling, a la que se puede ir en autobús o coche. Esta sección, junto a la de Simatai y la de Mutianyu, son las mejor conservadas. Sobre todo en la segunda, Simatai, obtendremos las mejores vistas de toda la muralla. Allí, en el horizonte, veremos perderse la Gran Muralla, subiendo crestas de montañas, bajando a valles, pasando sobre ríos, para difuminarse y perderse entre sus abanicos de colores que conforman la calidez de su cielo y el verdor de sus campos: más de siete mil kilómetros que te llevarán desde la costa del Mar Amarillo hasta el paso de Jiayuquan, en el desierto de Gobi, atravesando 135 torres de vigilancia en una aventura que no sólo te hará recorrer los paisajes chinos tan bucólicos, sino que te transportarán a tiempos de guerras, de sangre, y de fatigas.
Tres son los pasos de esta Muralla hecha de arcilla y arena y recubierta de ladrillo cocido o granito: el de Shanghai, el Juyong, y el Niángzi. Pasarán los siglos, y la Gran Muralla China permanecerá, majestuosa, sobria, serena, mientras a sus pies, el Mundo se le queda pequeño
TAJ MAHAL
Una autopista llega hasta Petra desde 2004. En Wiki Travel recomiendan que se contrate un beduino a la entrada del parque arqueológico, en el Centro de Visitantes, ya que uno puede así sacar ventaja de los conocimientos que tienen estos guias que a veces incluso han vivido toda su vida en Petra. Y por el alquiler de un burro o un camello, le contarán toda la historia del yacimiento.
La entrada a Petra es un largo y estrecho cañón llamado Siq. Apenas se sale del Siq, los visitantes pueden ver la grandeza del edificio conocido como Tesorería, sin duda el más impresionante de todos. Utilizada en la filmación de la película Indiana Jones y la última Cruzada. Enseguida comienza la calle de las Fachadas, un largo cañón a cuyos lados se alinean las fachadas de varias tumbas. Al final de la llamada calle, se puede ver un Teatro tallado en la roca, ampliado en la época de dominación romana, para siete mil espectadores. Todavía sigue utilizándose en algunas representaciones. Frente al teatro están las llamadas tumbas reales, que son más importantes y grandiosas que las de la Calle de las Fachadas. Y finalmente el Monasterio o Templo, el monumento más grande de Petra, que fue excavado en la piedra en el 100 antes de cristo. Tiene 800 escalones para subir a él, que pueden llegar a llevar una hora sortear. Algunos visitantes prefieren subir a lomos de un burro.
MURALLA CHINA
Sobre la Gran Muralla, todo es calma interior, todo es paz, mientras a tu alrededor gira un mundo acelerado, mientras a tu alrededor cientos de turistas peregrinan para admirar esta gran maravilla. Allí, sobre aquel lugar milenario; siglos de cultura; siglos de filosofía, de luchas, de creencia; el yin y el yang unidos en 7.300 kms. de piedras e historia china. Cuenta la Historia, que allá por el año 221 a.C., el primer emperador Quin Shihuang unió a los Reinos Combatientes en un solo imperio. Con el fin de defender a su recién creado imperio de los ataques exteriores, unió distintas porciones de la muralla, utilizando para ello mano de obra campesina, y gastando ingentes fortunas en su edificación, pero tras la caída de la Dinastía Qing, la Gran Muralla fue abandonada. Tuvo que ser la Dinastía Ming la que, entre los siglos XIV y XVII hiciera la última restauración de la Muralla, aun cuando al día de hoy sólo se conserva un 30% de ella.
Para llegar, desde Pekín, la zona más cercana es la de Badaling, a la que se puede ir en autobús o coche. Esta sección, junto a la de Simatai y la de Mutianyu, son las mejor conservadas. Sobre todo en la segunda, Simatai, obtendremos las mejores vistas de toda la muralla. Allí, en el horizonte, veremos perderse la Gran Muralla, subiendo crestas de montañas, bajando a valles, pasando sobre ríos, para difuminarse y perderse entre sus abanicos de colores que conforman la calidez de su cielo y el verdor de sus campos: más de siete mil kilómetros que te llevarán desde la costa del Mar Amarillo hasta el paso de Jiayuquan, en el desierto de Gobi, atravesando 135 torres de vigilancia en una aventura que no sólo te hará recorrer los paisajes chinos tan bucólicos, sino que te transportarán a tiempos de guerras, de sangre, y de fatigas.
Tres son los pasos de esta Muralla hecha de arcilla y arena y recubierta de ladrillo cocido o granito: el de Shanghai, el Juyong, y el Niángzi. Pasarán los siglos, y la Gran Muralla China permanecerá, majestuosa, sobria, serena, mientras a sus pies, el Mundo se le queda pequeño
TAJ MAHAL
No hay nada más profundo para cualquier viajero que sentarse en uno de los bancos que hay por todo el Jardín del Paraíso y admirar la silueta del impresionante Mausoleo recortada sobre un cielo limpio, que poco a poco se tiñe de rosa al caer la noche, mientras de fondo, en las afueras del Templo, en la ciudad, en Agra, una pequeña localidad situada al norte de la India, en el Estado de Uttar Pradesh, oímos los cánticos y las oraciones propias de estas gentes. Y así, mientras admiramos la soberbia perfección de todo el conjunto; su simetría; los estanques que, como una llave dorada y perfecta, abren el camino hacia el templo de mármol, entre flores de lotos que flotan sobre sus aguas, nuestra mente vaga absorta, solitaria, olvidada de tanto turista como nos rodea, y rememoramos casi con lágrimas en los ojos la triste historia del emperador Sha Jahan.
En plena campaña militar en Burhanpur, al nuevo emperador le avisaron de que el 13º parto de su esposa se complicaba. Sha Jahan corría desesperado hacia su tienda, con el tiempo justo de cogerle la mano y darle su último adiós. El emperador ya no volvió a ser el mismo. Se recluyó en el Fuerte Rojo, en la orilla izquierda del rio Yamuna, y allí pasó, encerrado por su hijo, los últimos años de su vida, abandonando el Imperio en manos de sus sucesores. Frente al Fuerte, visible desde todas sus ventanas, y al otro lado del río, mandó construir el más impresionante Mausoleo que jamás una mente humana pudiera concebir. Los mejores constructores, los mejores obreros, las mejores joyas, las mejores piedras, todo era poco para el lugar de reposo de su amada; incluso, se desvió el Yamuna para que el Taj Mahal pudiera reflejarse en sus aguas. Y allí, tras dos décadas de construcción, en el 1648, fue enterrada su amada Mumtaz Mahal. Y allí, junto a ella,fue enterrado años después el propio emperador para que reposaran siempre juntos eternamente.
Algo que te atrae, una fuerza que te lleva a querer tocar con tu propia mano el mármol y descubrir que no es un sueño ni un espejismo. Y sobrecogido admiras las muchas joyas que se encuentran incrustadas en su fachada: lapislázuli, jaspe, malaquitas, turquesas, cornalinas… En su interior, desgraciadamente, la verdadera cámara donde yacen ambos, no es visitable; sólo se puede visitar una primera cámara funeraria, muy grande, con cristaleras que juegan con los colores de los rayos de sol que por ella entran. Dentro, la visita es corta, y es que el sueño verdadero, la imagen que siempre recordaremos está en el exterior.
COLISEO DE ROMA
El símbolo de todo un Imperio. Ese es el Coliseo de Roma. La muestra de todo el poder de una ciudad sobre un vasto Imperio dominado hasta los mismos límites de Oriente. El Coliseo, la admiración del mundo entero en una época gloriosa para Roma; el lugar, donde leones, cristianos, gladiadores, y juegos servían de divertimento a una sociedad ufana y sabedora de su grandeza.
Para situarnos en aquella época y rememorar tiempos de gloria, lo mejor es ir a la zona del Capitolio, al Campidoglio. Desde esa plaza, accederemos a un balcón que se asoma sobre los Foros Imperiales, el lugar donde yace todo el pasado del Imperio Romano, hoy en ruinas. Desde allí podremos divisar el Circo Máximo, el Foro Romano, el de Trajano, los Templos de Saturno y la Concordia, o el Valle del Anfiteatro con el famoso Coliseo. Desde allí, podremos perder la vista hacia años de lucha, de dominación, de fastuosidad, de grandeza, y revivir en la imaginación la sociedad que tan bien nos presentaban en películas como Gladiator. Y de fondo, tras aquel mágico paraíso cargado de Historia, el Anfiteatro Flavio, más conocido como el Coliseo, situado entre los cerros Palatino, Celio y Esquilino. Más de 50 metros de altura; casi 188 metros de diámetro por su lado mayor y 156 por el eje menor. Aún hoy, en ruinas, impresiona su elegancia.
Fue mandado construir por Vespasiano en el año 72 d.C., e inaugurado por Tito en el 80 d.C., tras celebrar una serie de fastuosas ceremonias y espectáculos que duraron 100 días. Tuvieron lugar luchas a muerte de gladiadores, peleas de animales salvajes, y la entrada fue gratuita. Casi 55.000 espectadores que entraban por 80 bocanas y que los conducían por pasillos hasta las 160 bocas de donde se llegaban a los graderíos. Este formó parte de una serie de anfiteatros que se fueron construyendo y de los que aún se conservan, aparte del romano, el del El Djem en Túnez, los de Nimes y Arles en Francia o el de Verona, al norte de Italia. Entre los siglos V y VI se prohibieron las luchas de gladiadores y de animales salvajes, y es en el siglo XIII cuando el Coliseo se convierte en fortaleza. El último espectáculo del que se tiene noticia es del año 523 bajo el rey godo Teodorico. Posteriormente el Anfiteatro, convertido en fortaleza, fue abandonado, e incluso parte de sus piedras, como la de tantos otros edificios históricos de los Foros Imperiales, se utilizaron como canteras para otros edificios más modernos. Fue a finales del siglo XIX cuando se excavó la estructura bajo la arena, y retomó la importancia que hoy día tiene.
CHICHÉN ITZÁ
En plena campaña militar en Burhanpur, al nuevo emperador le avisaron de que el 13º parto de su esposa se complicaba. Sha Jahan corría desesperado hacia su tienda, con el tiempo justo de cogerle la mano y darle su último adiós. El emperador ya no volvió a ser el mismo. Se recluyó en el Fuerte Rojo, en la orilla izquierda del rio Yamuna, y allí pasó, encerrado por su hijo, los últimos años de su vida, abandonando el Imperio en manos de sus sucesores. Frente al Fuerte, visible desde todas sus ventanas, y al otro lado del río, mandó construir el más impresionante Mausoleo que jamás una mente humana pudiera concebir. Los mejores constructores, los mejores obreros, las mejores joyas, las mejores piedras, todo era poco para el lugar de reposo de su amada; incluso, se desvió el Yamuna para que el Taj Mahal pudiera reflejarse en sus aguas. Y allí, tras dos décadas de construcción, en el 1648, fue enterrada su amada Mumtaz Mahal. Y allí, junto a ella,fue enterrado años después el propio emperador para que reposaran siempre juntos eternamente.
Algo que te atrae, una fuerza que te lleva a querer tocar con tu propia mano el mármol y descubrir que no es un sueño ni un espejismo. Y sobrecogido admiras las muchas joyas que se encuentran incrustadas en su fachada: lapislázuli, jaspe, malaquitas, turquesas, cornalinas… En su interior, desgraciadamente, la verdadera cámara donde yacen ambos, no es visitable; sólo se puede visitar una primera cámara funeraria, muy grande, con cristaleras que juegan con los colores de los rayos de sol que por ella entran. Dentro, la visita es corta, y es que el sueño verdadero, la imagen que siempre recordaremos está en el exterior.
COLISEO DE ROMA
El símbolo de todo un Imperio. Ese es el Coliseo de Roma. La muestra de todo el poder de una ciudad sobre un vasto Imperio dominado hasta los mismos límites de Oriente. El Coliseo, la admiración del mundo entero en una época gloriosa para Roma; el lugar, donde leones, cristianos, gladiadores, y juegos servían de divertimento a una sociedad ufana y sabedora de su grandeza.
Para situarnos en aquella época y rememorar tiempos de gloria, lo mejor es ir a la zona del Capitolio, al Campidoglio. Desde esa plaza, accederemos a un balcón que se asoma sobre los Foros Imperiales, el lugar donde yace todo el pasado del Imperio Romano, hoy en ruinas. Desde allí podremos divisar el Circo Máximo, el Foro Romano, el de Trajano, los Templos de Saturno y la Concordia, o el Valle del Anfiteatro con el famoso Coliseo. Desde allí, podremos perder la vista hacia años de lucha, de dominación, de fastuosidad, de grandeza, y revivir en la imaginación la sociedad que tan bien nos presentaban en películas como Gladiator. Y de fondo, tras aquel mágico paraíso cargado de Historia, el Anfiteatro Flavio, más conocido como el Coliseo, situado entre los cerros Palatino, Celio y Esquilino. Más de 50 metros de altura; casi 188 metros de diámetro por su lado mayor y 156 por el eje menor. Aún hoy, en ruinas, impresiona su elegancia.
Fue mandado construir por Vespasiano en el año 72 d.C., e inaugurado por Tito en el 80 d.C., tras celebrar una serie de fastuosas ceremonias y espectáculos que duraron 100 días. Tuvieron lugar luchas a muerte de gladiadores, peleas de animales salvajes, y la entrada fue gratuita. Casi 55.000 espectadores que entraban por 80 bocanas y que los conducían por pasillos hasta las 160 bocas de donde se llegaban a los graderíos. Este formó parte de una serie de anfiteatros que se fueron construyendo y de los que aún se conservan, aparte del romano, el del El Djem en Túnez, los de Nimes y Arles en Francia o el de Verona, al norte de Italia. Entre los siglos V y VI se prohibieron las luchas de gladiadores y de animales salvajes, y es en el siglo XIII cuando el Coliseo se convierte en fortaleza. El último espectáculo del que se tiene noticia es del año 523 bajo el rey godo Teodorico. Posteriormente el Anfiteatro, convertido en fortaleza, fue abandonado, e incluso parte de sus piedras, como la de tantos otros edificios históricos de los Foros Imperiales, se utilizaron como canteras para otros edificios más modernos. Fue a finales del siglo XIX cuando se excavó la estructura bajo la arena, y retomó la importancia que hoy día tiene.
CHICHÉN ITZÁ
Chichén Itzá fue capital de los toltecas en el siglo X, pero fue fundada entre los años 435 y 455 d.C. Perteneciente al estado mexicano de Yucatán, y al oeste de la turística ciudad de Cancún, pronto se configuró como una gran metrópoli, centro religioso, político y comercial de la civilización maya. Arquitectos, astrólogos, matemáticos formaban una auténtica sociedad politeísta con una organización piramidal. Una religión repleta de dioses a los que adorar con sacrificios humanos, centros ceremoniales, la precisión de los calendarios que usaban, sus enormes pirámides… eran muestra suficiente del avance de esta civilización.
La pirámide de Kukulkán: La Gran Explanada está presidida por esta gran pirámide de 55,5 metros de ancho de base y 24 metros de altura. Cada una de sus cuatro paredes tiene una gran escalinata que conduce a la cima donde está el templo con el altar en el que se realizaban las ofrendas; la circundan unas balaustradas de piedra, y en la base de la cara norte hay dos enormes cabeza de serpientes emplumadas, efigies del dios Kukulkán. fenómeno del descenso de la Serpiente Emplumada, como cada equinoccio, los días 21 de Marzo y 22 de Septiembre, al atardecer.
El templo de los Guerreros: En el lado oriental de la Gran Plaza, y rodeados por mil columnas, se encuentra el Templo de los Guerreros. En su cima, la figura recostada del dios Chac Mool.
El Juego de Pelota: De 168 por 170 metros, esta superficie destaca por los anillos de piedra existentes en cada muro que flanquea la pista de juego. Nadie sabe cuáles eran las reglas de juego, aunque se supone que por ese anillo los jugadores habían de pasar una pelota sin usar las manos. Algunos grabados muestran a algún jugador con una cabeza decapitada, aun que no se puede saber a ciencia cierta si se trataba de la cabeza del perdedor.
El Cenote Sagrado: Mide 65 metros de diámetro y treinta y cinco de profundidad. Los sacerdotes arrojaban a sus aguas ofrendas, que podían ser de objetos preciosos e incluso mujeres o niños. En 1901, cuando se dragó el pozo, en su interior se encontraron figuras de barro, joyas y huesos humanos.
El observatorio: El conocido como “el Caracol” es una torre levantada sobre dos plataformas rectangulares y fue dedicado a la Astronomía. Dada la exactitud con que los mayas conocían el movimiento de las estrellas o el calendario solar, el Observatorio Astronómico se considera uno de los más importante monumentos de la Explanada de Chichén Itzá.
La pirámide de Kukulkán: La Gran Explanada está presidida por esta gran pirámide de 55,5 metros de ancho de base y 24 metros de altura. Cada una de sus cuatro paredes tiene una gran escalinata que conduce a la cima donde está el templo con el altar en el que se realizaban las ofrendas; la circundan unas balaustradas de piedra, y en la base de la cara norte hay dos enormes cabeza de serpientes emplumadas, efigies del dios Kukulkán. fenómeno del descenso de la Serpiente Emplumada, como cada equinoccio, los días 21 de Marzo y 22 de Septiembre, al atardecer.
El templo de los Guerreros: En el lado oriental de la Gran Plaza, y rodeados por mil columnas, se encuentra el Templo de los Guerreros. En su cima, la figura recostada del dios Chac Mool.
El Juego de Pelota: De 168 por 170 metros, esta superficie destaca por los anillos de piedra existentes en cada muro que flanquea la pista de juego. Nadie sabe cuáles eran las reglas de juego, aunque se supone que por ese anillo los jugadores habían de pasar una pelota sin usar las manos. Algunos grabados muestran a algún jugador con una cabeza decapitada, aun que no se puede saber a ciencia cierta si se trataba de la cabeza del perdedor.
El Cenote Sagrado: Mide 65 metros de diámetro y treinta y cinco de profundidad. Los sacerdotes arrojaban a sus aguas ofrendas, que podían ser de objetos preciosos e incluso mujeres o niños. En 1901, cuando se dragó el pozo, en su interior se encontraron figuras de barro, joyas y huesos humanos.
El observatorio: El conocido como “el Caracol” es una torre levantada sobre dos plataformas rectangulares y fue dedicado a la Astronomía. Dada la exactitud con que los mayas conocían el movimiento de las estrellas o el calendario solar, el Observatorio Astronómico se considera uno de los más importante monumentos de la Explanada de Chichén Itzá.
Perú es uno de los países que reúnen algunas de las mejores maravillas naturales que existen en la Tierra: el lago navegable más alto del mundo, el Titicaca, algunas de las selvas mejor conservadas, y el cañón más profundo del mundo, el Cotahuasi…. pero sobre todo, hablar de Perú es hablar del Macchu Picchu, de un mito que se hizo realidad en 1.911 cuando Bingham lo descubrió; es hablar de cientos de leyendas; es hablar de toda una cultura, la inca, tan misteriosa como desconocida… hablar del Macchu Picchu es hablar de un auténtico Teosoro en piedra, oculto en lo más profundo de las entrañas de la Cordillera de los Andes, allá donde el río Urubamba da origen al Valle Sagrado de los Incas y así, entre piedras, entre agua, entre nubes, la historia del Macchu Picchu se entronca con la leyenda.
Esta maravilla es un asentamiento que los Incas construyeron durante el siglo XV, al parecer como mausoleo para Pachakuteq, el fundador del imperio Tawantinsuyu. Esta ciudad mausoleo presenta grandes edificaciones de piedra que se reparten entre el barrio alto o Hanan y el bajo o Hurín. En el barrio alto nos encontramos el Templo del Sol, algunos palacios y sobre todo, el Intihuatana, un monumento desconocido del que no se sabe bien si es un altar, un reloj solar o un observatorio astronómico. En la parte baja se concentran las edificaciones más pobres, casas, talleres… Entre la parte alta, la considerada “santuario” y la baja, hay conexiones en forma de caminos y estrechas callejas, casi siempre en forma de escalinatas, que se entrecruzan en las conocidas terrazas. Un muro parecía rodear y separar a la parte de los edificios y templos donde se celebraban los ceremoniales. Pero quizás, la parte más impresionante, se encuentre en la zona norte del Santuario, en la parte alta de la ciudadela.
Detrás de la roca sagrada, hay una escalinata que sube hasta el Wayna Picchu, la Montaña Joven. Merece la pena el esfuerzo de atravesar la colina conocida como Uña, y trepar por los difíciles escalones tallados en la misma montaña, para alzarse en la cima, y admirar desde allí el bellísimo paisaje que se extiende a nuestros pies. Allí, a una altura de 2.720 m. sobre la piedra labrada de la “Silla del Inca”, veremos extendidos a nuestros pies todo el santuario del Macchu Picchu como si se tratara de una estampa fotográfica robada al tiempo; y mucho más abajo, todo el cauce del río sagrado del Urubamba y los valles y quebradas que forman la Cordillera de los Andes. Ahí entendemos el verdadero concepto de lo que es la belleza de este sublime monumento, sentados, sintiendo el frescor del aire puro en nuestra cara, sumergidos en un silencio sagrado, nos dejamos llevar para fundirnos como un solo ser con la Naturaleza.
Para llegar hasta el Macchu Picchu, el sistema más cómodo es mediante el tren que nos llevará desde Cuzco hasta el pueblo de Aguas Calientes. Cuatro horas de viaje en el que cruzaremos por impresionantes paisajes, y en el que veremos cómo, en su subida, vamos dejando a nuestro pies la ciudad imperial de Cuzco. El coste de este tren, es, a fecha de hoy, de unos 33 dólares. Una vez en Aguas Calientes, habremos de tomar uno de los autobuses que continuamente parten hacia el
santuario. Tras unos 20 minutos de tortuoso camino, nos encontraremos a las puertas del Macchu Picchu donde habremos de pagar los 12 soles que cuesta la entrada.
Pero para los más aventureros, existe un sendero, ”el Camino de los Incas”, jalonado por multitud de refugios, santuarios antiguos y ruinas incas, y que forma parte de una extensa red de caminos que surcaban todo el imperio inca. Una ruta senderista parte desde Cuzco y puede durar unos cuatros días, tiempo durante el cual podremos admirar los paisajes andinos que lo rodean, mientras ascendemos entre la niebla hasta llegar al Macchu Picchu a través de “la Puerta del Inca”. No obstante, hay una opción más corta de unos 50 kms. que parte de Aguas Calientes. Elijamos la opción que elijamos, nos veremos cautivados por su leyenda, por su belleza, por su misterio y por los recuerdos de una civilización extrañamente desaparecida.
Esta maravilla es un asentamiento que los Incas construyeron durante el siglo XV, al parecer como mausoleo para Pachakuteq, el fundador del imperio Tawantinsuyu. Esta ciudad mausoleo presenta grandes edificaciones de piedra que se reparten entre el barrio alto o Hanan y el bajo o Hurín. En el barrio alto nos encontramos el Templo del Sol, algunos palacios y sobre todo, el Intihuatana, un monumento desconocido del que no se sabe bien si es un altar, un reloj solar o un observatorio astronómico. En la parte baja se concentran las edificaciones más pobres, casas, talleres… Entre la parte alta, la considerada “santuario” y la baja, hay conexiones en forma de caminos y estrechas callejas, casi siempre en forma de escalinatas, que se entrecruzan en las conocidas terrazas. Un muro parecía rodear y separar a la parte de los edificios y templos donde se celebraban los ceremoniales. Pero quizás, la parte más impresionante, se encuentre en la zona norte del Santuario, en la parte alta de la ciudadela.
Detrás de la roca sagrada, hay una escalinata que sube hasta el Wayna Picchu, la Montaña Joven. Merece la pena el esfuerzo de atravesar la colina conocida como Uña, y trepar por los difíciles escalones tallados en la misma montaña, para alzarse en la cima, y admirar desde allí el bellísimo paisaje que se extiende a nuestros pies. Allí, a una altura de 2.720 m. sobre la piedra labrada de la “Silla del Inca”, veremos extendidos a nuestros pies todo el santuario del Macchu Picchu como si se tratara de una estampa fotográfica robada al tiempo; y mucho más abajo, todo el cauce del río sagrado del Urubamba y los valles y quebradas que forman la Cordillera de los Andes. Ahí entendemos el verdadero concepto de lo que es la belleza de este sublime monumento, sentados, sintiendo el frescor del aire puro en nuestra cara, sumergidos en un silencio sagrado, nos dejamos llevar para fundirnos como un solo ser con la Naturaleza.
Para llegar hasta el Macchu Picchu, el sistema más cómodo es mediante el tren que nos llevará desde Cuzco hasta el pueblo de Aguas Calientes. Cuatro horas de viaje en el que cruzaremos por impresionantes paisajes, y en el que veremos cómo, en su subida, vamos dejando a nuestro pies la ciudad imperial de Cuzco. El coste de este tren, es, a fecha de hoy, de unos 33 dólares. Una vez en Aguas Calientes, habremos de tomar uno de los autobuses que continuamente parten hacia el
santuario. Tras unos 20 minutos de tortuoso camino, nos encontraremos a las puertas del Macchu Picchu donde habremos de pagar los 12 soles que cuesta la entrada.
Pero para los más aventureros, existe un sendero, ”el Camino de los Incas”, jalonado por multitud de refugios, santuarios antiguos y ruinas incas, y que forma parte de una extensa red de caminos que surcaban todo el imperio inca. Una ruta senderista parte desde Cuzco y puede durar unos cuatros días, tiempo durante el cual podremos admirar los paisajes andinos que lo rodean, mientras ascendemos entre la niebla hasta llegar al Macchu Picchu a través de “la Puerta del Inca”. No obstante, hay una opción más corta de unos 50 kms. que parte de Aguas Calientes. Elijamos la opción que elijamos, nos veremos cautivados por su leyenda, por su belleza, por su misterio y por los recuerdos de una civilización extrañamente desaparecida.
CRISTO REDENTOR
Símbolo del Amor y una llamada a la fraternidad. Este colosal Cristo, de 38 metros de altura y 1.145 toneladas de peso, es el orgullo de todos los brasileños, sean del origen y la casta que sean, pues desde su cerro los abraza y protege con ese gesto que tan famoso ha hecho su silueta de brazos abiertos. Y allí, desde el Corcovado, el más imponente cerro que rodea a Río de Janeiro, a 750 metros de altura, y con las famosas playas de Copacabana, Ipanema, Leblon, Barra do Tijuca y Sao Conrado, a sus pies, el Cristo Redentor parece llamar al mundo a la Paz, al Hermanamiento y al Amor. Aún cuando la idea de este monumento ya surgió a mediados del siglo XIX, no fue sino hasta el año 1921 en que se llevó a efecto, no sin antes una gran discusión sobre en cuál monte debería ir situado: si el Pan de Azúcar o el Corcovado. Finalmente se eligió éste último por su mayor altura. Con los esquemas del ingeniero Heitor Da Silva Costa, y la financiación de todos los brasileños, en 1922 se colocó la primera piedra. Carlos Oswald aportó sus diseños, y la imagen es obra del francés Paul Maximilien Landowski. Su inauguración, al fin, se produjo el 12 de Octubre de 1.931, y contó con la excepcional colaboración de Marconi, el famoso físico italiano que obtuvo el premio Nobel de Física.
Su iluminación, de color gris verdosa, intentó cambiarse a azul hace unos años, pero fueron tales las lluvias torrenciales que se produjeron durante su inauguración, que tuvo que ser aplazada, y por superstición, se pensó que el Cristo se negaba a que lo cambiaran. Por otro lado, en el año 2.000, y durante un periodo de fuertes recortes eléctricos, el Cristo redentor fue el único que no sufrió ninguna restricción lumínica, permaneciendo iluminado en todo momento.
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